viernes, 1 de julio de 2011

VIRGEN DE LA DULCE ESPERA


Esta imagen de la Virgen bajo la advocación de la DULCE ESPERA, la he realizado con la técnica de telas encoladas, masillas epoxídicas y tallado sobre yeso betalfa . ¿Cómo se hace? te lo cuento ahora:
1)    Se comienza tallando una estructura (que hará de cuerpo) con yeso betalfa. Se sigue con la cabeza y con la colocación de ojos ( ver San Francisco Javier) y las manos.


2)    Vamos ideando la ropa (para esto es preciso revisar fotos o estampas para que sea más real) y las actitudes de la imagen (esto lleva bastante tiempo).

3)    Se van perfilando todos los detalles que se le quieren hacer (ubicación de las manos, de los pies, manto, inclinación de la cabeza etc.).

 

4)    Se lija muy bien toda la pieza que hará de cuerpo y se le pasa goma laca para sellar poros además ayuda a que en el momento del fijado de las telas no se formen grumos con el polvo del lijado.

  

5)    Se pinta la base imitando un suelo de piedras grandes, pasto, mármol, madera, etc. lo que más nos guste y se le da varias manos de barniz. Se la protege con papel adherente para que no se ensucie.

6)    Se diagrama la vestimenta de la Santísima Virgen en tela de algodón o lino (NO SINTÉTICO) y se le pasa una mezcla de cola de carpintero, tiza, enduído y colorantes. Por lo menos 2 manos.

 

7)    Dejar secar muy bien entre tela y tela, lo mismo cuando se pinta, DEJAR SECAR MUY BIEN ENTRE MANO Y MANO.

8)    Sacar el papel adherente de la base y seguir decorando con otros detalles (aureola, rosario, etc.).

  

9)    Retocar con pigmentos al tono las marquitas que hubiéramos dejado y todo el perfilado es retocado con dorado y otros colores para crear sombras.

     

 
Te cuento un poco sobre la vida de esta advocación Mariana:

Nuestra Señora de la Dulce espera:


Esta advocación alude al tiempo en que la Santísima Virgen vive su embarazo, esperando el nacimiento del redentor. Muchas familias durante la experiencia del embarazo recurren a su protección maternal. Como así también, diversas personas ruegan a ella en caso de embarazos complicados o problemas de concepción.   
El Papa Juan Pablo II en su Carta a las mujeres nos dice: “Te doy gracias, mujer-madre, que te conviertes en seno del ser humano con la alegría y los dolores de parto de una experiencia única, la cual te hace sonrisa de Dios para el niño que viene a la luz y te hace guía de sus primeros pasos, apoyo de su crecimiento, punto de referencia en el posterior camino de la vida.”
Después de Jesús y como protagonista al lado de Él la figura más representativa de la Navidad es la Virgen María. Vale decir que de su “Sí” dependió la encarnación del Verbo de Dios que se hizo visible ante nuestros ojos. Por eso la Iglesia vuelve la mirada a aquella mujer, sencilla y humilde, elegida para ser la Madre de Jesús, Muchos fieles fijan la mirada en María con la advocación de la Virgen de la Dulce Espera.  
Se trata de una advocación de antigua data, cuyos orígenes se pierden en la historia del cristianismo primitivo con profundas raíces bíblicas. Ya en el Antiguo Testamento el profeta Isaías anuncia la gran señal divina de la doncella encinta que dará a luz un hijo que será llamado “Emmanuel”, que significa “Dios con nosotros” (Is 7, 14). Está profecía se cumplió plenamente en la Virgen María, en cuyo ovocito virginal, habilitado por la energía de la Espíritu Santo, se encarnó el Hijo eterno del Padre, permaneciendo en el seno materno durante nueve meses hasta el momento del parto e iniciando así una vida humana similar a nosotros (Lc Lc 1, 35).
A partir de ese momento inefable María se convirtió en la mujer privilegiada, colaboradora íntima de la encarnación, el gran misterio de la religión cristiana, que abre el estricto monoteísmo judaico y el islámico hacia una nueva visión del Dios Familia Trinitaria.
Isabel será la primera gran devota de la Virgen de la Dulce Espera, proclamándola como la madre del Señor, la mujer bendecida por encima de todas las mujeres por el fruto de su vientre (Lc 1, 39), siendo esta exclamación la que ha dado origen al “Ave María”, la oración mariana más popular en la Iglesia Católica.
Por ello no es de extrañar que ya desde los primeros tiempos surgiera entre los fieles una gran devoción a la Virgen encinta, tanto en Oriente como en Occidente. De hecho la fiesta de la Encarnación, el 25 de marzo, señalaba el comienzo del embarazo de María cuyo término fue el 25 de diciembre. Sin embargo al caer normalmente esa fiesta en Cuaresma, tiempo eminentemente penitencial, surgió el deseo de celebrarla en el adviento, tiempo más propio de la preparación a la Navidad.
En el año 656, los obispos de la región hispánica, reunidos en el X Concilio de Toledo, recogiendo la devoción ya existente en muchas otras iglesias, establecieron el día octavo antes de la Navidad como fiesta en honor de la Virgen Madre, manteniendo también la fiesta de la Encarnación. Con el tiempo esta fiesta se expandió tomando los nombres de la Expectación del parto, de la Virgen de la Esperanza y también de la Virgen de la O, este último título en razón del vientre redondeado de la madre gestante y también por las oraciones de las vísperas en la liturgia de las horas que a partir del 18 de diciembre comienzan con las exclamaciones de ¡Oh Sabiduría!, ¡Oh Señor!,… ¡Oh Emmanuel, ven!, con el ruego insistente de que nazca ya el Salvador.
Aunque algunas tendencias más rigoristas trataron de suprimir las imágenes de la Virgen gestante por considerarla menos apropiada, la devoción siguió expandiéndose y fue trasplantada también a las tierras latinoamericanas. En México la Virgen de Guadalupe, emperatriz de las Américas está encinta. La devoción de la Virgen de la Dulce espera se celebra hoy en varios países, Perú, Argentina y Paraguay entre otros. También ha llegado a Bolivia en La Paz, Oruro, Cochabamba y otras ciudades.
Se la invoca como Patrona de las mamás gestantes que acuden a Ella pidiendo por el feliz término del embarazo y también como Protectora de las niñas y niños por nacer. Dada la grave amenaza del aborto, al mayor genocidio a escala mundial, la devoción de la Virgen de la Dulce Espera ha adquirido una importancia capital.

SANTA ROSA DE LIMA


Esta imagen de Santa Rosa de Lima la he realizado con la técnica de telas encoladas, yeso betalfa y masillas epoxídicas . ¿Cómo se hace? te lo cuento ahora:
1)    Se comienza con la cabeza y las manos. Ideando la ropa (para esto es preciso ver estampas para que sea más real) y las actitudes de la imagen (esto lleva bastante tiempo).

2)    Se va pensando en todos los detalles que se le quieren hacer (ubicación de las manos, de los pies, manto, etc.). En este caso lleva al Niño Jesús en brazos, por eso hay que dedicarle un poco más de tiempo al diagramado del hábito religioso, para que no quede mal.

3)    Se parte de un soporte hecho en yeso betalfa al que se le adhiere la cabeza. En esta ya pusimos los ojos, como te enseñé en “San Francisco Javier”.

  

4)    Se pinta la base imitando mármol, en este caso, o bien lo  que más te guste y se le da varias manos de barniz. Se la protege con papel adherente para que no se ensucie.


5)    Se diagrama la vestimenta de Santa Rosa en tela de algodón o lino (NO SINTÉTICO) y se le pasa una mezcla de cola de carpintero, tiza, enduído y colorantes. Por lo menos 2 mano.



6)    Dejar secar muy bien entre tela y tela, lo mismo cuando se pinta, DEJAR SECAR MUY BIEN ENTRE MANO Y MANO.

7)    Atención: el hábito es bastante complejo, porque lleva muchas piezas y no se pueden ubicar de cualquier manera. Por eso siempre les recomiendo que vean estampas y decidan al comienzo cómo les gusta más. Por ejemplo en este caso la capa negra, va por debajo de la toca babero cosa que no es común en otros hábitos.
   

8)    Se prepara el Niño Jesús, aparte. Ya que va a ir añadido al cuerpo de San Rosa. Para ellos nos ayudamos con bastantes alfileres para ir sujetando las partes.


9)    Lo adherimos muy bien al cuerpo y lo dejamos secar. Para ello nos vamos a ayudar haciendo algún “andamio” con palitos, hilos, etc. Para que fragüe en el lugar correcto.



10) Sacar el papel adherente de la base y seguir decorando con otros detalles (aureola, cinturón, manto con cubre cabeza , etc.).


 


11) Retocar con pigmentos al tono las marquitas que hubiéramos dejado y todo el perfilado es retocado con dorado y otros colores para crear sombras.

    


Algo sobre la vida de nuestra patrona americana:

En Breve
Nació en Lima (Perú) el año 1586; cuando vivía en su casa, se dedicó ya a una vida de piedad y de virtud, y, cuando vistió el hábito de la tercera Orden de santo Domingo, hizo grandes progresos en el camino de la penitencia y de la contemplación mística. Murió el día 24 de agosto del año 1617.
Rosa de Lima, la primera santa americana canonizada, nació de ascendencia española en la capital del Perú en 1586. Sus humildes padres son Gaspar de Flores y María de Oliva.
Aunque la niña fue bautizada con el nombre de Isabel, se la llamaba comúnmente Rosa y ése fue el único nombre que le impuso en la Confirmación el arzobispo de Lima, santo Toribio. Rosa tomó a santa Catalina de Siena por modelo, a pesar de la oposición y las burlas de sus padres y amigos. En cierta ocasión, su madre le coronó con una guirnalda de flores para lucirla ante algunas visitas y Rosa se clavó una de las horquillas de la guirnalda en la cabeza, con la intención de hacer penitencia por aquella vanidad, de suerte que tuvo después bastante dificultad en quitársela. Como las gentes alababan frecuentemente su belleza, Rosa solía restregarse la piel con pimienta para desfigurarse y no ser ocasión de tentaciones para nadie.
Una dama le hizo un día ciertos cumplimientos acerca de la suavidad de la piel de sus manos y de la finura de sus dedos; inmediatamente la santa se talló las manos con barro, a consecuencia de lo cual no pudo vestirse por sí misma en un mes. Estas y otras austeridades aún más sorprendentes la prepararon a la lucha contra los peligros exteriores y contra sus propios sentidos. Pero Rosa sabía muy bien que todo ello sería inútil si no desterraba de su corazón todo amor propio, cuya fuente es el orgullo, pues esa pasión es capaz de esconderse aun en la oración y el ayuno. Así pues, se dedicó a atacar el amor propio mediante la humildad, la obediencia y la abnegación de la voluntad propia.
Aunque era capaz de oponerse a sus padres por una causa justa, jamás los desobedeció ni se apartó de la más escrupulosa obediencia y paciencia en las dificultades y contradicciones.
Rosa tuvo que sufrir enormemente por parte de quienes no la comprendían.
El padre de Rosa fracasó en la explotación de una mina, y la familia se vio en circunstancias económicas difíciles. Rosa trabajaba el día entero en el huerto, cosía una parte de la noche y en esa forma ayudaba al sostenimiento de la familia. La santa estaba contenta con su suerte y jamás hubiese intentado cambiarla, si sus padres no hubiesen querido inducirla a casarse. Rosa luchó contra ellos diez años e hizo voto de virginidad para confirmar su resolución de vivir consagrada al Señor.
Al cabo de esos años, ingresó en la tercera orden de Santo Domingo, imitando así a Santa Catalina de Siena. A partir de entonces, se recluyó prácticamente en una cabaña que había construido en el huerto. Llevaba sobre la cabeza una cinta de plata, cuyo interior era lleno de puntas sirviendo así como una corona de espinas. Su amor de Dios era tan ardiente que, cuando hablaba de Él, cambiaba el tono de su voz y su rostro se encendía como un reflejo del sentimiento que embargaba su alma. Ese fenómeno se manifestaba, sobre todo, cuando la santa se hallaba en presencia del Santísimo Sacramento o cuando en la comunión unía su corazón a la Fuente del Amor.

Extraordinarias pruebas y gracias.
Dios concedió a su sierva gracias extraordinarias, pero también permitió que sufriese durante quince años la persecución de sus amigos y conocidos, en tanto que su alma se veía sumida en la más profunda desolación espiritual.
El demonio la molestaba con violentas tentaciones. El único consejo que supieron darle aquellos a quienes consultó fue que comiese y durmiese más. Más tarde, una comisión de sacerdotes y médicos examinó a la santa y dictaminó que sus experiencias eran realmente sobrenaturales. 
Rosa pasó los tres últimos años de su vida en la casa de Don Gonzalo de Massa, un empleado del gobierno, cuya esposa le tenía particular cariño. Durante la penosa y larga enfermedad que precedió a su muerte, la oración de la joven era: "Señor, auméntame los sufrimientos, pero auméntame en la misma medida tu amor".
Dios la llamó a Sí el 24 de agosto de 1617, a los treinta y un años de edad. El capítulo, el senado y otros dignatarios de la ciudad se turnaron para transportar su cuerpo al sepulcro.
El Papa Clemente X la canonizó en 1671.
Aunque no todos pueden imitar algunas de sus prácticas ascéticas, ciertamente nos reta a todos a entregarnos con más pasión al amado, Jesucristo.  Es esa pasión de amor la que nos debe mover a vivir nuestra santidad abrazando nuestra vocación con todo el corazón, ya sea en el mundo, en el desierto o en el claustro.