lunes, 1 de abril de 2013

QUI DOCET, DISCIT. (COGULLA BENEDICTINA Y CISTERCIENSE).


Cogulla Benedictina

Una cogulla o colobio es una túnica con capucha utilizada a la liturgia católica y como parte del hábito de algunas órdenes religiosas. La cogulla es un hábito monástico, no es un ornamento litúrgico.

Se trata de un hábito muy ancho, con pliegues longitudinales y unas grandes y largas mangas. Tradicionalmente ha sido el hábito monástico por excelencia, especialmente de la orden de los benedictinos. Se utilizaba en los actos de la vida comunitaria, tales como las reuniones en el capítulo y las plegarias de la liturgia de las horas.  Es de color negra para los benedictinos y blanca -exceptuando el escapulario- para los cistercienses.

Historia

Su origen proviene de diversos vestidos romanos como la pænula, el planeta o la casula. De éstas vestimentas se evolucionó hacia dos direcciones. La una llevó, en parte, a la casulla litúrgica, mientras que la otra desembocó en el hábito del coro de los monjes. 

La cogulla es traje antiquísimo como lo demuestra su nombre y traza usado con muy pequeña variedad desde antes de la venida de Jesucristo por personas de la mayor importancia en aquellos tiempos con la diferencia que unos le traían con mangas y otros sin ellas y les llamaban colobios o túnicas largas y se hacía tan grande estimación de esta clase de vestidos que no eran permitidos a los esclavos. 

Este traje como signo de libertad de la esclavitud del demonio fue adoptado para los que se iban bautizando por los primeros fundadores de la Iglesia católica desde que le vistieron los apóstoles. Los varones apostólicos que siguieron la virtud cristiana para llegar a la perfección, los imitaron también en el vestido.

Los monjes desde su origen le señalaron como hábito apostólico y religioso y le vistieron con el nombre de cogulla talar manicata por haberle usado ya los primeros cenobitas cuya antigüedad certifica el célebre Obispo Mitatense, Guillermo Durando cuando dice que la cogulla de los monjes fue tomada de los colobios apostólicos, la cual se formaba al modo de una dalmática en que se significaba una cruz, dándose á entender en ella que crucificaban los vicios y malos deseos: en el color negro denotaban el menosprecio del mundo, y en lo largo la perseverancia en el bien. 

Se halla en la historia eclesiástica memoria remota de este traje: por los años 275 y tiempos del Papa Eutiquiano ya se aconsejó, se ordenó en el quinto de su pontificado, que fue el 283 que quien enterrase a algún mártir no lo hiciese sin vestirle antes el colobio. De aquí tuvo origen la pía costumbre de enterrarse a los fieles con el hábito de religiosos. 

Y esto nació de la grande veneración que se tenía a este santo hábito por haberle traído e inventado los apóstoles. Por los años de 300 nos dice San Jerónimo, que en la Tebaida y Palestina le vestían los monjes y que llegaron a tanta penuria de vestidos que nunca se quitaban del cuerpo el colobio o lebeton. En tiempos del glorioso San Silvestre, Papa, se introdujo también este vestido entre los clérigos.

Los monjes ancianos de Egipto usaron de este hábito sin mangas y dice la Historia eclesiástica de Sozomeno, que era para dar a entender al monje que no ha de tener manos para vengarse de las injurias que le hicieren. 

El monje Casiano y San Isidoro siguen este parecer en la etimología si bien cuando quitaron las mangas al colobio fue con celo de mayor aspereza y penitencia por estar más expuestos a las inclemencias del tiempo minorando así la defensa que al frío y al calor los podia hacer. Reunidos los monjes, llegó a notarse por cosa indigna de gente perfecta el llevar los brazos descubiertos por indicio de poca honestidad y que se daba motivo a murmuración y porque ésta cesase se vieron obligados a poner las mangas al colobio en la forma que hoy se usa y trae si bien entonces con mas economía y menos coste. 

Este género de vestido usado por los monjes antiguos y llamado colobio hasta el año 600 es la cogulla talar manicata plegada que hoy se lleva en la religión, distinta de la que se dice Cuculla cuya voz significa capilla, no cogulla o capa talar de mangas largas y dilatadas que con pliegues traen ceñidas los monjes ya sean de estameña negra como los Basilios, Benitos o blanca como los Bernardos. En la historia vemos ser sinónimos los nombres de colibio, lebeton, lebetonario, lloco, capa, túnica y cogulla.




SAN BENITO Y LOS BENEDICTINOS

San Benito nació en Nursia (Italia) en el año 480 y murió en el monasterio de Montecasino (también Italia), por él fundado, en 547.

De joven se formó en Roma, pero disgustándole el ambiente de frivolidad que allí imperaba, se retiró a la soledad “deseando buscar a solo Dios” como ermitaño. Sin embargo, la afluencia de discípulos atraídos por su santidad le acabó convirtiendo en un famoso abad de monjes cenobitas (de vida comunitaria) en Subiaco y luego en Montecasino, y para ellos redactó una Regla de monjes que en los tiempos siguientes alcanzaría una extraordinaria difusión por todo el Occidente europeo.

San Benito es sin duda un hombre forjado en la reciedumbre de su tierra natal de Nursia y formado en la Tradición clásica grecorromana; pero al mismo tiempo y sobre todo, la espiritualidad bíblico-cristiana acaba de definir la conjunción de todo este legado que su personalidad y su obra recogen. Un legado que conformará plenamente la cultura europea y la civilización occidental.

La amplia familia benedictina, seguidora de San Benito y su Regla, cuenta con muchas ramas, de las que sobresalen los propiamente “benedictinos” y los cistercienses. Y a su vez, los benedictinos, que pueden ser considerados como los discípulos directos del santo de Nursia, se agrupan actualmente en veinte congregaciones y varios monasterios no pertenecientes a ninguna; en conjunto, forman desde época de León XIII la Confederación Benedictina, habitualmente denominada “Orden de San Benito” (Ordo Sancti Benedicti, O.S.B.).

Estos monasterios y congregaciones se ven unidos entre sí por la paternidad espiritual de San Benito y la observancia de su Regla, así como por la presidencia de un abad primado con sede en el monasterio, Ateneo Pontificio y colegio universitario de San Anselmo de Roma, que es también la casa común de la Confederación. A nivel práctico, cada congregación es independiente y cuenta con sus propias Declaraciones y Constituciones, que interpretan la aplicación de la Regla y determinan la estructura organizativa.

Por eso, dentro de la Confederación Benedictina se encuentran congregaciones que ofrecen una vertiente eremítica de vida semisolitaria, como la de Camaldoli (de origen italiano; hay además otros camaldulenses, los de la Congregación de Montecorona, que no pertenecen a la Confederación ); otras también principalmente contemplativas pero del todo cenobíticas (de vida comunitaria), como las de Solesmes (de origen francés) y Beuron (alemana), ambas muy volcadas en la Liturgia y el canto gregoriano; otras con una dedicación acentuada a la enseñanza, como la Inglesa o la Americano-Casinense (implantada sobre todo en Estados Unidos), que cuentan con grandes y prestigiosos colegios; y otras con una ventana muy abierta a la acción misionera, como la de Santa Otilia (de origen alemán). La Congregación más grande y difundida es la de Subiaco (de origen italiano), que se divide internamente en diez provincias.

Hoy existen unos 9.000 benedictinos repartidos por los cinco continentes habitables. La mayoría de los monasterios se asienta en Europa y en América, si bien la Orden se está expandiendo con notable vigor en África y Asia. En los países menos desarrollados, los monjes realizan ellos mismos o favorecen a través de religiosos o religiosas de vida activa considerables obras sociales: enseñanza, hospitales, apoyo a la población marginal, fomento del cooperativismo, etc. Con catorce siglos de Historia y Tradición a sus espaldas y con su presencia en los cinco continentes, la Orden de San Benito manifiesta la perennidad y la vitalidad de la Iglesia Católica.













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